La referencia más antigua al cólera apareció en la Grecia antigua con el nombre de kholé, y con el paso de los siglos, permaneció como una enfermedad mortal y como el reflejo de la desigualdad social. Hipócrates y sus contemporáneos crearon la teoría de que la bilis era una de las 4 sustancias o humores que el organismo humano producía, además de la bilis negra, la sangre y la flema. Si la cantidad de uno de estos humores era excesiva o pobre, entonces ocasionaba enfermedades de diversos tipos. Esta teoría se mantuvo vigente durante siglos, hasta el siglo XVIII.
El Siglo de las Luces irrumpió en todas las áreas del conocimiento humano. La revolución industrial alteró la vida cotidiana y la sociedad: las máquinas sustituían a los animales de carga, las montañas de engranajes y aceite manchaban la tierra y el cielo. Las calles eran enormes hormigueros donde caminaban miles de obreros. Inglaterra se convirtió en símbolo de la luz y la oscuridad que significaba el progreso: la riqueza llenaba los bolsillos de los privilegiados, sostenidos por la miseria y el trabajo de los obreros. Londres era la gran urbe que representaba la modernidad y el progreso, pero también era un ejemplo de las enfermedades que azotaban a las ciudades europeas.
Gracias a la Ilustración el método científico permitió el desarrollo de las ciencias modernas, entre ellas la medicina; gracias a esta ciencia, se crearon dos teorías sobre la propagación del cólera: la teoría “contagionista”: el cólera se trasmitía por el contacto con los enfermos; y la teoría “miasmática”: que la enfermedad provenía de los gases tóxicos de la materia en descomposición.
En el siglo XIX, el médico y anestesiólogo inglés John Snow se negó a aceptar las teorías anteriores. Snow se había dedicado al desarrollo de anestesia, pero al ver el brote de cólera en Londres, decidió que sus estudios se centrarían a descubrir el origen y forma de transmisión de esta enfermedad.
Pero de todo lo que he podido aprender sobre el cólera, tanto de mis propias observaciones como de las descripciones de otros, llego a la conclusión de que el cólera comienza invariablemente con la afección del tubo digestivo (…) me refiero a la mezcla de las evacuaciones de cólera con el agua para beber.
(Snow, 1855, pág. 10)
Snow planteaba que el agua debía estar contaminada con “materia mórbida” que atacaba a los enfermos causándoles un grave cuadro diarreico. Sin embargo, su hipótesis sería ignorada por la mayoría de sus colegas, que respaldaban fuertemente la teoría miasmática. A pesar del rechazo a su teoría, Snow siguió analizando el avance del cólera. Gracias a las noticias diarias sobre el avance del cólera en la ciudad, y los testimonios del reverendo Henry Whitehead -quien visitó a todas las familias en el área del brote de Soho -, Snow pudo registrar en un mapa los puntos donde los enfermos se habían abastecido de agua para su hogar. Los registros de este mapa demostraron que las tomas públicas usadas por los contagiados, como la de Broad Street, eran abastecidas por las empresas Southwark and Vauxhall Water Company y Lambeth Water Company. Posteriormente, Snow se dedicó a recabar datos sobre las muertes por cólera de las personas cercanas a las tomas públicas de estas empresas, y las comparó con las muertes totales en Londres.
Un vistazo a la tabla muestra que en todos los distritos a los que se extiende el suministro de (S- V), o de (L-W), el cólera fue más fatal que en cualquier otro distrito. La única otra compañía de agua que se abastecía del Támesis (…) era Chelsea Company. Pero esta empresa (…) se esmeró mucho en filtrar el agua antes de su distribución, y al hacerlo sin duda separó, entre otras cosas, la mayor parte de lo que causa el cólera.
(Snow, 1855, pág. 63)
Snow concluyó que el río Támesis, debía estar contaminado por “materia mórbida”. Para comprobar su teoría, logró que la empresa hiciera un análisis de sus alcantarillas, y se descubrió que la erosión de algunos ladrillos permitía la filtración del agua contaminada hacia el canal del agua potable.
Dentro de su hipótesis también analizó la relación entre el cólera y las clases sociales; se creía que esta enfermedad sólo se encontraba en los barrios pobres pero, sabiendo que las tomas de agua eran abastecidas por empresas de agua casi al azar; y que cada una obtenía el agua de diversas zonas del río Támesis, concluyó que la enfermedad no tenía distinción sobre la condición económica de los enfermos. Sin embargo, no negaba que los casos de cólera eran mucho más probables “entre los pobres, donde toda una familia vive, duerme, cocina, come y se lava en una sola habitación”. (Snow, 1855)
A pesar de que John Snow contribuyó a descubrir la fuente y causa del contagio del cólera, los médicos de su época se negaron a aceptar su hipótesis, pues consideraban desagradable aceptar que se transmitiera de modo fecal-oral fecal-oral, y continuaron con tratamientos experimentales y peligrosos.
Había tratamientos “externos” o “internos”(…). La sangría seguía siendo muy socorrida en el siglo XIX, época en la que se sumaron la galvano-puntura, el gas hilarante, fricciones mercuriales, administración de carbón vegetal, bilis de buey o magnesio e incluso, choques eléctricos. El calomel, sal de cloruro de mercurio, era casi siempre elemento presente en este abanico de posibilidades (…) El Iáudano, el opio y la morfina también eran de uso común. En una obra médica francesa escrita en 1867, se concluyó con honestidad y después de enumerar todos los tratamientos, que entonces no existía un remedio específico contra el cólera porque la ciencia ignoraba qué lo producía. (Rodríguez, 1995, pág. 214)
Curiosamente, entre todos estos remedios, se usaba un tratamiento bastante parecido al actual: una inyección de agua con sal, que había logrado salvar a varias personas en situaciones de emergencia.
La creencia en las teorías más aceptadas sobre la transmisión y origen del cólera, así como el rechazo de la hipótesis de Snow, provocó que la gente continuara desechando su basura en los pozos públicos, “los desechos humanos eran vertidos en improvisadas alcantarillas o directamente al río, en una época de escasa noción de higiene ambiental” (Cerda, Valdivia, 2007). Y que, como se ha mencionado, se terminaban filtrando a la alcantarilla de agua potable. Sin saberlo, la misma población contribuía al contagio de la enfermedad.
La única respuesta a las investigaciones y descubrimientos de John Snow fue el cierre de la toma de agua de Broad Street. Snow murió en 1858 como consecuencia de un derrame cerebral, sin que hubiera un reconocimiento a sus esfuerzos por haber dado con la verdadera causa del cólera, que se siguió expandiendo por el mundo hasta que en 1866, el médico alemán Robert Koch comprobó la hipótesis de John Snow y gracias a ello, en Londres se emprendió un proyecto de mejoramiento del alcantarillado de la ciudad. Gracias a ello, Inglaterra y el mundo desarrollado comenzaron a erradicar el cólera.
En la actualidad, a pesar de los avances médicos, el cólera ocasiona entre 21,000 y 143,000 muertes al año. Hay 50 países asiáticos, africanos y de Medio Oriente aproximadamente, donde el cólera es una enfermedad endémica a causa de la pobreza, la sobrepoblación, y el incumplimiento de las condiciones para una vida digna. A pesar de que la modernidad y los avances científicos, tecnológicos y médicos, el mundo no ha podido extender todos sus beneficios a toda la población.
En pleno siglo XXI, vemos que las potencias mundiales no se preocupan por enfermedades como el cólera, pues muchos años atrás lograron erradicarlas; sin embargo este tipo de enfermedades siguen estando presentes en naciones más pobres, donde las condiciones de vida están muy alejadas de las del primer mundo.
En la actualidad la salud y los beneficios de los avances médicos son parte de una economía que beneficia a los países y personas que cuentan con recursos para cuidar su salud, mientras que las naciones subdesarrolladas deben esperar a que se liberen patentes para acceder a este tipo de avances, o en el peor de los casos, endeudarse para poder comprarlos. Así que hoy en el mundo mueren diariamente miles de personas que no reciben ninguna muestra de solidaridad por parte de la gente poderosa del mundo, dueños de empresas y riqueza. El cólera, al igual que otras enfermedades, no son el verdadero enemigo en esta sociedad; es la falta de empatía, el egocentrismo, y la falta de un espíritu humano de ayuda a los demás.
NAHOMI ADAMARIS FLORES CORNEJO CATEGORÍA B, ALUMNOS DE 4TO AÑO