INDUDABLEMENTE BOB ZUCKERMANN

Al entrar al hospital “Van Jades“, ubicado en el centro de Khartoum, Sudan, me impresioné por la cantidad de pacientes que había ese día; estaba simplemente abarrotado. De hecho nunca había estado en esta condición en los cinco años que había trabajado en este nosocomio. Pero desgraciadamente con la epidemia de Ébola en África, los casos de este virus no tardaron en sumarse a esta región desde el año 2003. Motivo por lo que este importante hospital, se encontraba en esta situación tan complicada. Con paso apresurado, me dirigí a mi oficina -esquivando a la gente-, antes de llegar saludé a mi amigo Bob Zuckermann, -un minusválido desde pequeño-. Cabe mencionar que Bob y yo iniciamos nuestra amistad desde el bachillerato, y continuó a lo largo de la carrera de medicina en la Universidad de Manchester en U. K. Cuando terminamos la carrera, él se especializó en cardiología, y yo en pediatría. Durante esta etapa nos distanciamos pero asombrosamente el destino nos unió de nuevo en este nosocomio. Ese día, por cierto, antes de retirarme de mis actividades, él llegó a mi oficina en su silla de ruedas y me comentó que este fin de semana sería el cumpleaños de su hija Meghan por lo que me hizo la invitación a su casa.

— ¡Claro ahí estaré! — le dije con mucho entusiasmo.

— ¡De acuerdo! Te espero. — me contestó alegremente.

Se retiró lentamente por la puerta de atrás para evitar el tumulto. Casi de inmediato comencé a pensar en el regalo de Meghan. ¿Qué le compro a esta niña de siete años? ¿A qué tienda debería de ir?… lo decidiría en el camino. Esta situación, inevitablemente me hizo cambiar mi rutina ese día. Al abordar mi auto ya había resuelto mis cuestionamientos, por lo que al salir del hospital ya sabía a donde me debía dirigir. Comencé a manejar hacia una tienda de regalos muy conocida en esta ciudad. Esta tesitura me hizo recordar con melancolía y tristeza a mi hija Karen y a mi esposa Nahomi; seres queridos que ya no estaban conmigo desde ese fatal accidente aéreo del Kenia Airways en el año 2000… ¡Dios mío! ¡Terrible accidente! Fue inevitable, a pesar de mi edad, sollozar durante gran parte del camino. Un par de minutos antes de llegar a la tienda controlé mi pesadumbre, y logré poner mi mente en blanco para lograr con calma mi objetivo.

— ¡Dios mío! ¡Los extraño! — grité levantando la cara al cielo.

Llegó el día de la reunión con mi amigo Zuckermann, salí de casa y me subí al auto, para esto introduje la dirección en el GPS (Sistema de Posicionamiento Global) y este me llevó hasta su casa. Me presenté muy temprano a la reunión, toqué la puerta y me abrió la linda Meghan -casi de inmediato salió Yohana; su mamá-, me agaché un poco para darle su regalo y un abrazo, entramosa la casa y me encontré en la sala con mi amigo Bob Zuckermann -a un costado de un sillón, en su silla de ruedas-, nos saludamos y me invitó a sentarme junto a él. Pasé muchas horas ahí platicando infinidad de cosas, como por ejemplo la experiencia que vivimos en el laboratorio de la profesora Jen Stilson en nuestro bachillerato, donde nos untábamos y nos aventábamos la jalea que hicimos en el laboratorio de biotecnología, donde al final todos los compañeros del grupo participaron en esto. Fue muy divertido recordarlo… Después de la media noche me levanté de la silla donde me encontraba para despedirme de Yohana y de Meghan, busqué a Bob y lo encontré en la cocina.

— Nos vemos Zuckermann. — le dije

— Si, hasta luego mi buen amigo nos vemos el lunes en el hospital — me dijo

No tardé mucho en regresar a mi casa, la verdad no ocupe el GPS debido a que memoricé el camino de regreso. Al entrar a casa me dirigí de inmediato a mi cama no me quite la ropa y así me acosté. Al día siguiente me desperté muy tarde, la verdad no tenía intenciones de hacer nada, pero me acordé que el pasto del patio de atrás estaba muy crecido, así que me motivé y después de almorzar fui por mí podadora… casi al terminar este trabajo alcancé a escuchar mi celular, lo tenía un poco alejado de mí, me apresuré y lo tomé para contestar la llamada.

— ¡John tienes que venir a casa!… sucedió una desgracia. — me decía Yohana (la esposa de Bob).

Sin dudarlo, me dirigí al auto, me subí y comencé a manejar como loco… esquivaba autos y me pasaba algunos semáforos en rojo; al arribar me encontré con algunas patrullas y una ambulancia. Me detuve y me bajé de inmediato, corrí hasta la casa; ya se encontraba rodeada con cinta amarilla. Al llegar los policías no me dejaron entrar, desde lejos podía ver a mi amigo tirado en el suelo. ¡Caray! ¿Qué pasa?… un paramédico me contestó que este era un caso súbito de ébola virus, por lo que esta casa se pondría en cuarentena. Minutos después un vehículo forense se llevaba el cuerpo de mi amigo y atrás de éste lo seguía Yohana en su auto acompañada de Meghan. No pude hablar con ellas, así que decidí regresar a mi casa para meditar sobre lo sucedido. Me senté en mi sofá varias horas, hasta quedarme dormido.

— ¡John! ¡John! — Escuché que me gritaban
— ¿Cómo? ¿Qué pasa? — Me preguntaba entre sueños.
— ¡Despierta hijo! Tienes clase de matemáticas a primera hora — Escuchaba a mi mamá.

Me vestí rápidamente y me puse la mochila. Bajé a desayunar y me di cuenta de que mi padre ya me estaba esperando, estaba un poco molesto, así que me tomé solo un vaso de leche y salimos. Mis pensamientos en el coche eran confusos. ¡Caray! ¡Qué pesadilla!… Al llegar a la escuela, salí rápido del auto y comencé a correr, ¡No fue suficiente! No pude ingresar a la clase, por lo que simplemente me senté en las escaleras de la entrada principal. A lo lejos vi cómo una señora empujaba a un minusválido en una silla de ruedas… no tardaron mucho en llegar frente a mí. La señora un poco tímida, me dijo que buscaba las oficinas de la dirección; para inscribir a su hijo en esta escuela. Sin dudar le señalé dónde se encontraban, me agradeció y me pidió de favor si podía dejar a su hijo conmigo un momento, le dije que no había problema. La vi alejarse y casi de inmediato el muchacho me preguntó mi nombre, le contesté, soy John Harrison, y tú …

— ¡Bien! Yo me llamo Bob Zuckermann — me dijo

Nooo… ¡Qué! ¡No puede ser! Esto no me puede estar pasando. Aunque segundos después me resigné ante esto.

Materia: Historia Universal III 
Alumno: Ortiz Domínguez Marco Uriel 
Grado: 4º año
Grupo: 468

Asesores:
— Luna Fierros Ana Karen (Historia Universal III)
— Ortiz Jimenez Marco Antonio (Biosíntesis y Biotecnología)
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